lunes, 14 de octubre de 2013

Volar de noche. Parte II.

E incluso con esa sensación en mente no desaparece esta otra sensación que me dan siempre las estrellas cuando las miro desde abajo. Esa cosa rara de verlas tan cerca y saber que están tan lejos que no las alcanzarías ni siquiera después de varios años de viaje. Pero las ves. Podés creer que tu vista llega TAN lejos? Intento con mi mente CREAR esa distancia que sé que hay entre nosotras, imaginarme los miles y miles de kilómetros que hay en el medio, pero no puedo. Alguna otra cosa me sigue diciendo que si voy un poquito, solo un poquito más allá, las alcanzo.

Es tanto sobre el destino como sobre el viaje en sí. El camino está lleno de cosa increíbles que no todos saben ver. Hay que empezar a buscar esas cositas gigantes, porque hacen que todo sea mejor. Aunque sea solo por un segundo. Nadie podría sentirse mal con una vista así. Estamos por arriba de las ciudades, del campo, del mar, de las nubes, a la altura de las estrellas. Si estás feliz te ponen más feliz, si estás triste hacen que la tristeza sea más hermosa. Y te acompañan. Las estrellas te acompañan.

Y siguen apareciendo puntitos blancos, esto es impresionante. Odio que no pueda salir en las fotos. Por eso intento grabármelo a fuego en la retina, porque en cuanto me baje del avión, el recuerdo es lo único que queda.

No me quiero ir a dormir. En cuanto decida que voy a dormir, la noche desaparece. La próxima vez que abra los ojos va a ser otro cielo, otra luz, otro país, y este momento se fue.

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